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El futuro del vino es orgánico

Viajamos a Chile para explorar Emiliana, la viña orgánica más grande del mundo

 

Hace 20 años las críticas y los riesgos no cesaron cuando en las hectáreas ubicadas en el kilómetro 60.7 de la Ruta 68 de La Vainilla, en el Valle de Casablanca, Chile, se estaba viviendo una transformación.

Mientras que en el resto de los valles la producción de caldos seguía su clásico proceso, José Guilisasti le apostaba a la agricultura orgánica y sustentable que tuviera como esencia la prevención por el medio ambiente y las personas, para culminar con la creación de vinos orgánicos y biodinámicos.

Una tras otra concluían las temporadas del año y mientras troncos de la vid se estiraban, la incertidumbre por la innovación llegaba raudamente con resultados favorecedores. Un tremendo golpe de energía llegó en 2003, cuando se lanzó al mercado el primer vino orgánico de Emiliana, Coyam, reconocido como la mejor etiqueta de Chile ese mismo año, un hecho provocador y positivo para la manufactura vinícola, pues por vez primera un vino de esta especie era merecedor de dicho reconocimiento, y Emiliana era parte de su historia.

La pionera viña orgánica chilena continúo evolucionando hasta alcanzar el título que hoy puede presumir: ser la más grande del mundo. Emiliana produce anualmente un millón de cajas de vino orgánico, con 12 botellas cada una, las cuales se distribuyen en más de 60 países, cifra que sigue en ascenso gracias a la demanda de productos orgánicos a nivel mundial. 

EL PROCESO

“Las cepas de la viña Emiliana crecen en tierras equilibradas, sanas y productivas, libres de agroquímicos como pesticidas, herbicidas y fertilizantes sintéticos. De ahí brotan y nacen uvas de calidad en una atmósfera que se preocupa de estimular su salud promoviendo la vida de sus suelos, fomentando la relación entre el mundo mineral, vegetal y animal para elaborar productos de mejor calidad”, nos cuenta Alejandro Mitarakis Guilisasti, gerente de marketing de la bodega.

Y no sólo ello. Durante este proceso natural de la elaboración de sus etiquetas, se contribuye a la conservación de la flora y fauna (sustituyendo los insumos sintéticos de alta toxicidad por naturales), liberan insectos para el control de plagas, restauran hábitats para las especies nativas y utilizan flora para abordar problemas como la compactación de suelos, erosión y fertilización. En predios orgánicos se estima una abundancia de hasta 40% en biodiversidad de especies en comparación con campos tratados con productos químicos.

Los valores principales de Emiliana son el compromiso y el respeto por sus artesanos y la comunidad, así como el cuidado de la naturaleza y la preocupación por el cambio climático. Esto los ha llevado a adoptar diversas prácticas para disminuir las emisiones de carbono, reducir la degradación del suelo, desdeñar el impacto sobre los ecosistemas y hacer un mejor uso de la energía.

“Empezamos a ser orgánicos gracias a nuestra preocupación por la salud de los trabajadores y de los vecinos de nuestros campos. A la fecha, nuestros artesanos conviven únicamente con insumos de origen natural, lo que minimiza el riesgo de enfermedades asociadas a productos fitosanitarios tóxicos. Esta misma situación la viven nuestros vecinos y, por ende, los consumidores de nuestros vinos, ya que pueden estar seguros de que son bebidas sin residuos de pesticidas ni nada por el estilo”, sentencia Alejandro.

EL FUTURO

El porvenir de Emiliana se ve con otros ojos. Actualmente cuentan con suficiente terreno donde practican sus principios agrícolas, los cuales pretenden seguir desarrollando, pues se trata de un tema que siempre está en la mira de la compañía. Gracias a ello, están ejecutando nuevos proyectos en los valles de Limarí y Bío Bío, según nos detalla Alejandro Mitarakis. Pero su foco principal continúa, por ahora, en la construcción de sus marcas como Coyam, Novas, Adobe y Natura a nivel global, con un único objetivo: ser el productor número uno de marcas de vino orgánicas a nivel global.

Pese a que Chile se caracteriza por vender grandes volúmenes de vino y a precios bajos, Mitarakis sabe que Emiliana es la excepción a la regla en cuanto al precio promedio por caja; sin embargo, se ha posicionado como el principal productor orgánico del país andino; además, se encuentra en el top 10 de exportaciones a nivel nacional. “Nos sentimos afortunados, ya que el mundo de alguna manera giró a nuestro favor cuando comenzó el auge y la demanda por productos sustentables y sanos. Hoy podemos decir con orgullo que llevamos 20 años de agricultura orgánica-sustentable y seguimos avanzando con más fuerza que nunca”, afirma.

Aunque en un inicio Alejandro Mitarakis no estaba muy convencido de ser parte del legado familiar, hoy su filosofía de vida pinta diferente. “Para ser honesto, cuando comencé a trabajar en este proyecto había una serie de cosas que no me convencían del todo. Sabía que estaba en una compañía que hacía un aporte importante por crear un mundo mejor, pero me costaba sentirlo. No fue sino hasta después de vivir unos años en New York, donde estuve a cargo de la marca, que vi y descubrí el verdadero valor que tienen proyectos como éste en la vida y, sobre todo, en el mundo actual. Desde entonces me enamoré de nuestras etiquetas y toda la filosofía que hay detrás. No está en mis planes moverme, de hecho, todo lo contrario. Esto apenas está comenzando”, concluye.

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